Dos noticias, una buena y otra mala. Empecemos por la mala: puedes seguir todos las pautas, manuales y cursos de comunicación, practicar y practicar, si no eres tú mismo, si no te muestras como eres, si no eres auténtico, de nada te servirá. Y al revés, aquí viene la buena noticia, si sí lo eres, te los puedes saltar, los cursos, las reglas, las pautas. ¿Por qué? Porque las personas somos máquinas de detectar incoherencias. Lo hacemos automáticamente y sin ningún esfuerzo. Es gratis. Y este sistema funciona muy bien. Cuando detectamos una incoherencia, inevitable e inexorablemente, emitimos un juicio en contra. Por eso, a la hora de comunicar es fundamental dar señales claras y unidireccionales.
Hay tres cosas intrínsecas al acto de comunicar y estas son: mostrar quiénes somos, conectar con los demás y lograr conmover a nuestro público, que se produzca un cambio en su manera de percibir, pensar o sentir. Por lo tanto, la comunicación es en primera línea una cuestión 1) de identidad, 2) de conectar y 3) de emocionar. Ninguno de estos tres factores puede fallar. Si el primero ya falla, mucho hay que trabajar, pero no a nivel de gestos, más alto, más bajo, más rápido, más lento, no, a nivel interior, a nivel de qué juicios y qué creencias, nuestros, propios, están boicoteando nuestra intervención.
Las personas, no nos van a juzgar en base a si somos guapos o feos, bajos o altos o si sabemos mucho o poco, esto resulta irrelevante en comparación con la fuerza e impacto que produce un comunicador que se atreve a estar ahí, eso sí, no solo con el intelecto, sino en cuerpo y alma, dándose, exponiéndose, entregándose. Y en este sentido no hay recetas ni instrucciones que seguir, todos sabemos lo qué nos funciona a la hora de persuadir, a nuestros amigos, familia o pareja, y tenemos un estilo propio. Por el contrario, la incoherencia crea una distancia, despierta una duda, la sospecha de que algo no cuadra, y esta se va abriendo paso y se expande como una nube entre las cabecitas en nuestro público, poniendo en jaque mate a nuestra credibilidad como oradores. Nadie lo dice explícitamente, pero se siente. ¡Justo lo contrario de lo que queremos conseguir!
Y es que, todos sabemos comunicación no verbal, es el primer idioma que aprendemos en nuestro primer año de vida, y por eso, cuando alguien se nos presenta a medias, de lado, o por lo bajini, con la mano en el bolsillo, o ni decir ya ¡detrás de la espalda!…mirando al cuello de su camisa, al fin del fondo del final de la sala o directamente, sin mirar, ¡tris, trás, plás! en una milésima de segundo, ya hemos hecho nuestra apuesta, una tenue pero certera vocecita se abre paso en nuestro interior y dice: “¡Pues no sé si me gusta este tío!”. Así de claro.
¿No os ha pasado nunca? Ir por ejemplo a ver un monólogo y que tu amigo diga: “Pues… había algo en la voz… no sé…”. Yo, como experta en comunicación no verbal, me quedo inmóvil. Para mí, la sabiduría colectiva y más si es con toda espontaneidad, es oro puro, y sin que se me mueva un pelo, digo: “Ah, sí, ¿eh?”. Le miro a los ojos, sabéis cómo, ¿no?, ni fijamente ni intensamente, que no se me note pero sobre todo que no se me escurra. Y como quien no quiere la cosa, espero en silencio, atenta, impaciente, deseosa, hasta que por fin añade: “Pues… sí…” , dice: “Que tenía algo en la voz, pues… como que no cuadra, ¿no?”. El experto dentro de mí está pletórico. Me encanta no ser yo quien se de cuenta de estas cosas, ni quien lo diga. La voz, querido lector, no cuadraba con su cuerpo, así era. Su cuerpo grande y fuerte, contrastaba con su voz excesivamente suave y sobretodo blanda, un contraste que chirriaba y decía tres cosas, 1) quiero agradar, 2) me falta firmeza y prefiero disimular mi fuerza a que se me vea y sobre todo a emplearla y pasarme, y 3), yo no soy así. De todas estas, es la tercera, la que sin piedad, levantó la sospecha en mi amigo, a pesar del buen rato que pasamos y lo mucho que nos hizo reír. Y es la segunda, la firmeza o más bien su falta, la que habría que trabajar para que su voz estuviera acorde con su cuerpo. ¿Entendéis ahora lo que quiero decir con ser auténtico y coherente? No es el plano verbal, sino mucho más el corporal, el que nos delata, y es en el ser, en la identidad, donde tiene lugar y se corrige.
Empecemos por tanto por el principio, si queremos generar presencia, llegar a nuestro público, conectar, fluir con él y que el fluya con nosotros, inspirar, cautivar, deleitar y ensimismar a otros, a la vez que sentirnos bien con nosotros mismos, no basta con aprender una serie de trucos y técnicas. Que yo no digo que no sirvan, son un buen recurso, pero no basta, y sobre todo no nos llevan directo al grano. Comunicar, querido lector, es cuestión de ser tú mismo, de no impostar. Tenemos que empezar, por tanto, por nosotros mismos, por quiénes somos y cómo somos, o nuestra CNV nos delatará.
El momento en que salimos y nos exponemos ante un público es un reto. Hay que tener agallas, hay que atreverse a estar ahí. ¿Por qué? Porque se va a ver todo de nosotros. Y en mayor o menor medida, todos tenemos cosas, que no queremos que se vean, o mejor dicho, directamente no queremos que estén, no queremos ser. Unos no quieren ser prepotentes, otros nos quieren ser dominantes, otros sumisos, otros humildes, otros hipócritas. Hay tantas cosas feas que no queremos ser, pero que están, o mejor dicho, que somos. La primera barrera entre mi público y yo, son estos juicios, y funcionan en dos direcciones, el juicio que tengo yo con respecto a mí mismo, que puede ser más o menos consciente, pero más bien menos que más, y el juicio que los demás harán nada más verme. En base a nuestras experiencias, todos asociamos imágenes a emociones y juicios. Por eso cuando vemos una persona, automáticamente emerge un sí o un no en nuestra mente. Respecto a los juicios de los demás, nada podemos hacer. Bien ¿no? Una cosa menos. Otra buena noticia. Simplemente, no es asunto nuestro. Cada persona juzga cosas distintas. Poco nos tiene que importar lo que otros juzguen. El trabajo es con nosotros mismos, con nuestros propios juicios. Porque estos son los que van a hacer que nos demos o nos frenemos, y de en qué medida hagamos esto, va a depender el impacto que consigamos. Cuanto más transparente nuestra comunicación, mayor fuerza, mayor naturalidad, mayor conexión, mayor carisma. Toda una cadena de efectos positivos se despliega, y al revés.
Autenticidad, confianza, seguridad, estabilidad, son grandes palabras, ¿verdad? Tu comunicación no verbal expresa como están, pone de manifiesto lo que hay dentro y es de dentro a fuera que tenemos que trabajar para mejorar nuestra comunicación, nuestro liderazgo, nuestro talento y relación con otros. En este sentido la comunicación no verbal resulta una excelente y fidedigna herramienta para trabajarnos, ya que pone de manifiesto lo que hay y abarca todas las áreas del ser y todos los canales de expresión.
Comunicar tiene que ver con ser y tu comunicación no verbal es tu marca personal. Porque solo tú te mueves de esa manera, solo tú tienes esa forma de mirar, ese gesto tan tuyo, esa forma particular de mover las manos, solo tú tienes esa forma de andar tan característica tuya y solamente tú tienes ese timbre de voz. Miles, cientos de miles, millones de personas, todos distintos, todos se mueven diferente, suenan diferente, brillan diferente. Sí, tu comunicación no verbal eres tú, tu comunicación no verbal es lo que te caracteriza, tu comunicación no verbal es tu marca personal. Y es que… eres único, lo sabes ¿no?. Esta es la buena noticia, no tenemos que ser otro. A la hora de comunicar, solo tenemos que ser nosotros mismos.
Comunicar es una cuestión de ser. ¿Es tan difícil ser quién eres?