Durante los últimos siglos la neurociencia ha puesto su foco en los procesos cognitvos del cerebro, y esto hace que a día de hoy todavía no tengamos claro qué son las emociones, para qué sirven, ni dónde se sienten.
Qué pena haber menospreciado durante tanto tiempo tan valiosa información, la que nos da nuestro propio cuerpo y que vivamos tan en la cabeza, tan desconectados, dando solo vlidez a aquello que podemos razonar, sumar y restar.
La vida nos demuestra, sin embargo, que por mucho que queramos controlarlo todo, en nuestro afán de certeza y seguridad, la vida no son solo datos. El proyecto Brain que pretendía mapear la actividad de nuestras más de 86.000 millones de nueronas y sus correspondientes cientos de miles de conexiones, no ha sido capaz. Lo ha hecho, pero de un millón y en un ratón, no de un ser humano. Que no decaigan los animos, ¡lo conseguiremos! Pero aún nos queda, sobre todo, si ignoramos la importancia de las emociones y del resto del cuerpo. Todo sabemos, con o sin neurociencia, que vivimos inmersos y cada vez más en una gran incertidumbre. La vida es imprevisible, todo es cambio, y solo una buena gestión emocional nos permite transitarlo. A veces pienso, que el sentido común siempre ha estado muy por encima de la pura lógica matemática. Pero lo que más me duele es que durante tanto tiempo nos hayamos centrado en la pura acumulacion de información, que no es sabiduría, dejando de lado importantes partes de la ecuación
Afortunadamente, ¡ahora estamos asistiendo a una verdadera revolución científica! que vuelve a equilibrar la balanza razón-corazón, y que me gustaría llamar “CORAZONCIENCIA". Y es que, los últimos hallazgos en neurociencia demuestran que el cuerpo siente y sabe antes que la mente, que un 90% de los procesos cognitivos y emocionales ocurren de manera automática e inconsciente. Que solo un 10% llegan a las capas superiores del cerebro donde se procesan las percepciones conscientes, y que la conexión de los campos electromagnéticos entre corazón y cerebro es lo que nos permite percibir e interpretar el mundo exterior (HER 2020) siendo que el corazón se comunica primero con el cerebro y no al revés y que las señales llegan antes al cuerpo que al neocórtex.
Todo esto supone una auténtica revolución científica por la cual volvemos a poner valor en las emociones y el cuerpo, y esto supone un cambio total de paradigma que influye en nuestro bienestar, nuestro liderazgo, nuestro autoconcepto, nuestra comunicación, nuestras relaciones y nuestra evolución como personas, como sociedades y como especie.
Aprovechemos las claves que nos da la neurociencia cardiocentrista ¡HOY! ¡Claves tan maravillosas de entender como fáciles de aplicar!
Nuria Moreno
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